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La cosa está Negra: Va excelente y llena de sabor.

  • Foto del escritor: Diego Montero
    Diego Montero
  • 7 feb 2023
  • 6 Min. de lectura

He acariciado este texto un sinfín de veces, he leído, aprendido, aprehendido y crecido en conocimiento sobre lo que soy, sobre el alma negra que tengo. Cada vez que vuelvo a leer estos párrafos intento perfeccionar una narrativa; porque quiero contar la verdad, quiero mostrar lo que la gente sigue negándose a creer: EL RACISMO SI EXISTE. Para comenzar, si alguna vez en su vida usted ha usado frases como: “Está negra la cosa”, “La mano negra” y hasta “Aguas negras”, permítame decirle que, aunque usted no lo sabe, está siendo de lo más racista. Lo invito a que continúe esta travesía de letras para que se dé cuenta porque me tomo el atrevimiento de decirle lo que le dije.




La llegada

Su nombre es Mary Luz, tiene 54 años de edad y llegó a la ciudad de Bogotá con apenas 18. Tiene 4 hijos, de 22, 21, 17 y 9 años. Es una mujer fuerte, de tez negra, de la tez que refleja la lucha, fuerza y ganas de salir adelante. Está escuchando música mientras baila y fríe las empanadas que va a llevar a su puesto de venta, pero su semblante cambia cuando le hago la frívola pregunta: ¿En Bogotá sigue existiendo el racismo? Sus ojos se tornan airados, tristes y responde con mucha seriedad. La respuesta es tajante, con una afirmativa me deja en claro que desde que los africanos desembarcaron en las costas de estas tierras, fueron condenados al maltrato; y sus descendientes, solo han visto la evolución de esta repugnante práctica.


Comienza a contarme su historia y por un momento su trabajo se paraliza, como si el recuerdo aún doliera; la memoria es perceptible y nociva en este caso. Sacude su cabeza, haciendo caso omiso al sentimiento y continúa su trabajo, a la par que sigue la historia.


Llegó a Plaza de las Américas, cerca de lo que antes era la planta de Bavaria, a la casa de una mujer que la contrató por cocinar rico, como ella lo dice. Un día llega un hombre, que reside en el mismo lugar, y le dice – Hola Paloma –… En medio de su inocencia queda impactada, no sabe que le quiere decir hasta que su empleadora le explica que de manera sutil la está ofendiendo. El hombre se excusa en lo que toda persona negra alguna vez ha escuchado, “es de cariño”. ¿Realmente usted considera que, con apodos de índole soberbia y despectiva, usted está demostrando cariño a alguien que ni siquiera le ha dado un voto de confianza? Lo dejo a su criterio y para que reflexione de lo que inconscientemente hemos hecho a lo largo de nuestras vidas. Después de sembrar esta pregunta en usted, quiero compartir un momento de la entrevista que sin duda alguna merece ser escuchado; Mary dice estas palabras: “antes de llegar a Bogotá ni siquiera sabía que era eso del racismo”.



La palabra y la ira

Ahora si le voy a aclarar porqué, inconscientemente, usted alguna vez en su vida ha sido racista sin notarlo. Si en alguna situación usted ha hecho mención de los siguientes dichos: “El día se puso negro”, “La cosa esta negra”, “negra suerte la mía”, “calienta como negra en baile”, “¡TRABAJAR COMO NEGRO, PARA VIVIR COMO BLANCO!” e infinidad de frases más que parecen muy inocentes, usted mentalmente hace una relación de lo negro con lo malo. ¿Cuándo ha visto que un día nublado se vea negro? Si ni siquiera la noche alcanza tal magnitud de color; ¿Acaso los blancos no trabajan? ¿Los únicos que necesitan trabajar para vivir bien son los negros? Lo dejo con la inquietud para no aburrirlo, pero me gustaría que lo piense por unos instantes.


Cuando le pregunto a Mary sobre toda esta connotación negativa de lo negro, ella empatiza y se suelta más, me habla con más confianza. Comienza a hablar de la atrocidad de estos dichos y sin notarlo, sus ojos reflejan la ira de muchas generaciones cuando los menciono. Esta ira desencadenada por la absurda creencia de que todo lo negro es malo. Pero escuche esto: ¡No es su culpa! Desde niños hemos aprendido estas barbaridades, la televisión y los colegios han “educado” innumerables generaciones a creer esto; colorear con negro los sentimientos malos, que existe el color piel (Rosa pálido); nos han educado sin representación afro, con un canon de belleza blanco, con un ocultamiento del papel de los negros en la historia de nuestro país; hasta con el hecho de tratarnos como una minoría y quitarnos visibilidad llamándonos “morenitos y morenitas”.


A pesar de esto, con toda acción de opresión, viene la voz de la resistencia. Muchos artistas negros han criticado este sistema. Por ejemplo, al ritmo de la salsa, al son de las congas y las maracas el grupo niche levanta la voz en su canción “Han cogido la cosa”. Canta a las burlas que se hacen a las facciones de la gente negra, a la nariz que respira hondo mientras rompe cadenas, al cabello que traza rutas de libertad y lleva el sudor del trabajo; canta a los prejuicios en acciones simples, porque ¿Quién no ha pensado en que un “blanco corriendo atleta”, pero un “negro corriendo ratero”?


En este punto quiero que acordemos una idea: a pesar de que no somos iguales, merecemos respeto y equidad. Esto quiero dejarlo claro porque en este punto hace mención de algo que resulta alarmante y que me hace pensar en la ineficiencia del estado. Supuestamente vivimos en un estado que protege la diversidad, que valora el aporte afrocolombiano a nuestra cultura y que por consiguiente no concibe la idea de discriminación. Pero como decía mi abuela “El papel todo lo aguanta” y “Del dicho al hecho, hay mucho trecho”; porque afros y trenzas no son vistos presentando noticias. ¡Qué falta de respeto y profesionalidad!


Sueños y sonrisas

Pero no de todo por perdido, la charla también tuvo una solución, risas y sueños que no se lograron, pero que inspiran. Cuando le pregunté una posible solución para enseñarle a la gente a valorar la afrocultura y a su gente, me resumió todo en una sencilla palabra: educación. Esa es su apuesta, educación para que las personas entiendan que están en un país diverso, multicultural y lleno de tradiciones distintas. Eso sí, la educación parte de casa y nunca me había quedado más claro, pues desde su esposo hasta su hijo más pequeño hablan de diversidad y aman su raza.


En medio de sonrisas le pregunto que hubiera estudiado si hubiese tenido la oportunidad, me responde que psicología porque siempre quiso entender el comportamiento de las personas. Aquí caigo en cuenta de algo: a las personas les hacen falta oportunidades, para poder demostrar todo su potencial.


Luz

Su apuesta por la educación inspira a su hija mayor, María Fernanda. Tiene 21 años de edad y estudia Arquitectura. Me cuenta que en el colegio sufrió de bullying por ser negra y por poseer un acento característico de su región, pero más allá de eso por el miedo de la gente a la diferencia. Me confiesa que no se sentía bien con ella misma, que veía a su raza desprestigiada y que el racismo si se siente más fuerte en las ciudades. Pero de esa niña llena de temor ya no queda nada, con la ayuda de sus padres entendió que esas diferencias la hacen única y ahora ama su raza, luce con desdén su cabello, usa turbantes, trenzas y desde su imagen inspira a más personas a valorar y amar esta maravillosa raza, inspira lucha, resistencia. Rompe estereotipos.


Me dice que su mamá la inspiró, que cada día al llegar rota, su mamá la hacía más fuerte; que fue su luz para amar lo que es, que gracias a ella entendió que no por ser diferente es mala y que el negro no le queda bien a todo el mundo, como me hizo entender entre risas. En definitiva, considero que aquella mujer lograría inspirar a muchas más, su voz de aliento sería una maravilla para que desde el colegio los niños aprendieran a respetar a una persona solo por el hecho de que es una persona; para enseñar a los padres que la afrocultura también es importante y aportante a la sociedad y el patrimonio de lo que llaman patria.


Para el futuro

Si algo me dejo claro, mientras comprobaba el prodigioso sabor de su sazón y me comía una de esas empanadas, me hablo del poder que tenemos como periodistas para aportar a esta causa, y lo supe cuando le hice esta pregunta, -¿Los periodistas tenemos algo que aportarle a esto de la discriminación?- Obvio sí, porque tu nada más haciendo un reportaje vas a un caño y dices: no mire, las aguas negras o cualquier otra cosa. Imagínate, no, las aguas residuales porque esas aguas ¡JAMÁS! van a ser negras. Porque es de verdad, todo lo malo es negro-.


Espero que después de leer esta breve historia comprenda porque relacionar lo negro con lo malo si es discriminación y que desde usted puede comenzar el cambio. Lo invito a que reflexione desde hace cuánto está haciendo uso de la palabra “Negro” para referirse algo malo y que entienda que como lo dice ChoQuibTown en su canción “Somos los prietos” “TODO LO NEGRO NO ES MALO, COMO DICE LA TELEVISIÓN”. Además, como lo dijo Eduardo Galeano, sería bueno dejar de ver nuestras tradiciones como folklore, porque es cultura; no hacemos artesanías, hacemos arte; no somos una minoría, somos fuerza, resistencia y rebeldía.

 
 
 

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